A dónde iremos a parar...
Al momento de cerrar esta nota, veíamos con preocupación algunas de las afirmaciones del Ministro Falero, acerca de la actualidad del transporte de cargas. Lamentablemente, no son declaraciones que uno espera de alguien que viene del riñón del transporte; lejos de referirse a los temas que preocupan a los transportistas, habló de la aparente división o desorganización de las gremiales y la ITPC.
Cuando se refirió a los temas planteados por el transporte, simplemente habló que le había trasladado al concesionario de las balanzas el problema de la instalación de los visores, (vale decir que ni ese costo absorbió el MTOP y aún sigue en veremos…).
Por otra parte, se sacó de encima el tema diciendo que hace solamente dos años que está al frente de la cartera, aduciendo poco tiempo para hacer algo por el sector. Realmente increíble que se diga algo así tan impunemente, más, si le sumamos que en esta última rendición de cuentas no hay un solo artículo para el transporte de carga.
A quienes no están enterados, les decimos que de no resolverse algo ahora (antes de diciembre), hasta el año 2026, debemos abandonar la idea de que se pueda obtener algún beneficio.
Estamos de acuerdo que somos los que le damos dolores de cabeza a la administración con nuestros reclamos, no le damos cintas para cortar, no somos UPM ni tampoco hacemos rutas; somos quienes las rompemos, como se dijo en algún momento…
No se dice que somos quienes movemos la economía del país, ni que creamos miles de puestos de trabajo directos e indirectos; no se dice que cuando las cosas van mal -como este año, para quienes dependen de las zafras- no se nos tira un salvavidas como sí lo hizo el Ministerio de Agricultura con los productores, o el Banco República.
No hubo ayuda y además se nos pegó un mazazo con las multas del 2020, las que supuestamente no se iban a cobrar por el efecto de la pandemia, y salieron a cobrarlas
igual, a pocos días de comenzar la renovación de los permisos de circulación. Como estos ejemplos, hay muchos más.
Es cada vez más difícil enderezar el camino, para aquellos que tienen problemas en sus empresas. Muchas veces desde estas páginas hemos puesto en blanco sobre negro los problemas del sector; si de algo estamos convencidos es que sin unidad entre transportistas cada día será más difícil el accionar.
Un capítulo aparte es lo que sucede en nuestro principal puerto; demoras interminables, horas y horas de espera, empresas que han tenido que trabajar el fin de semana para cumplir con sus clientes por falta de respuestas de un sistema que, en general, no las da.
Una comunidad portuaria que en la práctica no existe porque cada uno hace lo que quiere o como más le sirve, cada uno tiene un horario o forma de trabajar descoordinadamente y en el medio de ese remolino, el que espera, el que no cobra, el que pierde plata, es uno solo: el transportista. Hasta cuándo… no se sabe.
Algún día la paciencia encontrará su límite, el que cada vez, está más cerca. Por eso lo del título: A dónde iremos a parar. ¡Hasta la próxima!