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José Alfonso “Chiche” Fernández: La experiencia de haber vivido 58 años atrás del volante


12.06.2014
José Alfonso “Chiche” Fernández: La experiencia de haber vivido 58 años atrás del volante

Cuando escuchamos los relatos de José Alfonso “Chiche” Fernández es imposible no interesarse es sus historias, ya que con 85 años posee una memoria privilegiada que le permite recordar los pormenores de sus primeras experiencias al volante en la década de los 40 como si hubieran sucedido ayer. 

Orgullo y hasta emoción son los principales valores que nos expresaron sus historias de vida, las que cosechó durante tantos años tras el volante.

Las ganas y el gusto por los fierros podríamos decir que los heredó de su padre. En uno de los vehículos que él tenía, una Ford del año 1927, Chiche con apenas 16 años comenzó a manejar; como era común en esa época los jóvenes comenzaban a conducir sin libreta y nuestro protagonista no era la excepción. Después también manejó un auto Buick de los años 20 que había sido transformado en camioncito para hacer fletes en la zona de Garzón y Casavalle.

Un Ford del año 35 que pertenecía a un amigo también fue conducido por Chiche cuando hacía sus primeras armas al volante, con ese vehículo iba a ANCAP a cargar nafta y queroseno -que en esos tiempos se transportaba en tambores- y los llevaba a Pando. Fue con ese trabajo que Fernández fue juntando dinero a base de trabajo y sacrificio y pudo comprar un camión Rugby del año 30 que fue mejorando.

En el año 1947 cumple 18 años de edad y saca su primera libreta de conducir, la que al día de hoy conserva en excelentes condiciones como un tesoro.

Muy joven y firme sobre su futuro tras el volante, un amigo de su padre, Ramón Torres de la localidad de Achar, le ofrece trabajo para manejar un Ford tractor a nafta con remolque del año 47 para realizar viajes entre la capital y el departamento de Tacuarembó.

A apenas cuatro meses de lograda la libreta, Chiche aceptó el desafío y se largó a recorrer la ruta 5, donde esos vehículos de poca potencia y los malos caminos hacían que la tarea fuera toda una aventura. Cargado en ocasiones con 15.000 kilos, cada viaje tardaba unas 9 horas y media; los repechos por ejemplo se enfrentaban en primera marcha ya que los 100 cv del Ford no permitía otra forma de treparlos. En ocasiones, con el viaje ya casi terminado, tenía que esperar horas entre el pueblo Peralta y Achar porque habían “4 leguas” de barro como camino y no daban paso hasta que se secara el camino. 

En esos tiempo los viajes se hacían con acompañante, desde esos que hacían la cosa más entretenida a aquellos que solo dormían.

Ese trabajo rendía pero era muy sacrificado, se estaba buena parte de la semana ausente para la familia. Entonces, a los dos años vuelve a hacer su propio camino, vende el camión Rugby de 1930 y adquiere un camión Thames el que alquilaba para ir a buscar frutas y verduras al mercado. Luego compró un International con el cual realizaba la misma tarea. 

Al tiempo conoce a quien sería su compañera del alma y buscando un mejor futuro intenta progresar, siempre atrás del volante, en este caso ingresando al mundo del transporte de pasajeros. En la recordada Compañía Canelones-Santa Lucía, en sus tiempos de esplendor, allá en la década del 50, Chiche se desempeñó como chofer. 

De a poco sus relatos nos van llevando a una época donde un ómnibus que salía del antiguo control de Arenal Grande llegaba a la ciudad de Santa Lucía en menos tiempo que lo hace ahora, 60 años después; Chiche recuerda hasta el tiempo que debía poner entre una ciudad y otra o entre diferentes puntos de la capital. El coche asignado fue el 34, el que según nos cuenta era un ómnibus Aclo de media cabina que estaba medio tirado ya que por esa época habían llegado otros más modernos; en los talleres de la empresa le hicieron algunas reparaciones y él mismo lo llevó a Carrocerías Independencia a acondicionarle los tapizados.

En el año 1956, con la venta de las acciones de esa empresa que tenía y dinero ahorrado, compró un ómnibus Ford del 37con el recorrido del Colegio Alemán incluido, transportando a varias generaciones. Ese primer ómnibus había trabajado en la recordada Onda con el número 14. Luego compraría en un remate en el ejército un Ford del 52 con carrocería Americana, y su hijo adquiriría otro igual en Durazno para hacer la misma tarea en el sector del transporte escolar pero en el colegio Sagrada Familia.

Chiche llevó puntualmente durante 38 años a los niños de Peñarol, Sayago, Colón, Prado, entre otras zonas, al colegio ubicado en la esquina de Soca y Charrúa.

Los clásicos viajes a la playa fue otra de las actividades que realizaría el transportista durante varias décadas.

Ya terminando su trayectoria se compraría un ómnibus Vulcán, para luego pasar a un Mercedes Benz con carrocería Ñandú, en el que se despidió de la actividad luego tener un infarto. 

El valor de la familia siempre ha representado mucho para Chiche, aunque como todo transportista sabe reconocer que el trabajo le quitó mucho de la crianza de sus hijos, los que fueron educados y guiados por su compañera de vida, la que hoy ya no está. Hoy lo acompañan los más gratos recuerdos de aquella época y la tradición del ómnibus que sigue con uno de sus hijos, pero esa es otra historia. 

 

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